In itinere

La puerta se abre dejando pasar el estruendo.
El viento, que hasta entonces había sido un susurro, alborota mi cabello energicamente, como una tía lejana demasiado entusiasta al volver a ver a su sobrino favorito. Uno nunca se acostumbra a los saltos nocturnos. Por suerte usamos un sistema auxiliar para la apertura, cualquiera podría desorientarse en la oscuridad y olvidar el momento de abrir el paracaídas. El momento que tardaría en darse cuenta, seria demasiado tarde, y del despistado solo quedaría una mancha ocre con olor metálico en el suelo rocoso. Mi compañero ultima los detalles con el hombre manco. No puedo oírles a causa del vendaval, pero confio en él. En todos estos años no me ha fallado nunca, y literalmente pongo mi vida en sus manos en cada salto. Muchos se agobian ante la presión de las correas, a mi, sin embargo, me dan seguridad. Me hacen olvidar que el otro extremo del paracaídas no esta sujeto a nada.
Saltamos.
El viento me azota la cara, pero no cierro los ojos, quiero ver si esta vez distingo algo entre la neblina de la velocidad y la oscuridad de la noche. No hay suerte, siento el suelo acercándose a varios cientos de metros debajo de mi. Cuento mentalmente y me preparo para la caída.
Encogerse y rodar, encogerse y rodar.
Un aterrizaje de libro. Diez segundos después estamos listos y sobre el terreno. Mi compañero me manda delante, técnicamente es mi superior, pero después de tanto tiempo somos casi intercambiables. Oteo la zona, dejando que el aire de la noche me traiga los olores y sonidos de lo que se avecina. Avanzo, agazapado entre la maleza, apenas rozando las hojas y reparo en que a estas alturas debería haber oído alguna muestra de la fauna local. Me detengo.
Nada.
Doy la señal de alto a mi compañero, no puedo verle pero se que esta ahí, silencioso, detrás de mi. Cubriéndome como siempre. El se adelanta, dando un rodeo por fuera del camino. La espera se hace interminable. Afino el oído al máximo en previsión de un susurro de ayuda, de una señal de auxilio...
Me humedezco los labios, secos por la anticipacion. Finalmente, ahí esta: un roce metálico, un crujido y una salpicadura, seguidos de un quejido y el sonido característico de dos cuerpos desplomándose. Un silbido quedo me insta a avanzar pasando sobre los cuerpos inermes de los centinelas.
Las alimañas se darán un buen festín esta noche, pienso mientras me empiezo a dejar llevar por el aroma de la sangre que inunda mi nariz.
Tardamos poco en alcanzar el perímetro exterior, a paso vivo pero sigiloso llegamos a la alambrada, coronada de concertina para disuadir a las visitas. Un soldado guarda la única entrada, por lo demás accesible al contar con la usual barrera contra vehículos. A una señal de mi compañero doy un rodeo en torno a la entrada, moviendo deliberadamente un matojo aquí y otro allí con el fin de atraer al desdichado guardia. Funciona. Haciendo tanto ruido como un saco de panderetas, el hombre juega conmigo al pilla-pilla mientras mi amigo se cuela en el recinto.
Después de un rato me quedo agachado, inmóvil entre unos matorrales y disfruto oyendo las pisadas alrededor. De pronto las cosas se tuercen. Un disparo rasga la paz nocturna haciendo palidecer la escandalera que formaba el soldado. Levanto la cabeza, tratando de discernir el origen del estampido y aprovecho que el centinela hace lo mismo para darle un empujón con todo el peso de mi cuerpo y emprender la carrera en rescate de mi compañero. Salto sobre la barrera y echo a correr hacia las entrañas de la base, donde una sinfonía de disparos me da la bienvenida. A pesar de la situación me tranquiliza el hecho de que la lucha continúa, ya que significaba que mi colega sigue con vida. Para cuando llego a su posición todo ha acabado. El se alza victorioso encañonando a nuestro objetivo. Aprieta una vez más el gatillo para dar por finalizado el trabajo y todos escuchamos el sonido mas aterrador que un mercenario puede escuchar: el eco del percutor sobre una recámara vacía. Se nos hiela la sangre, mas nuestro rival aprovecha el momento de duda para entablar combate cuerpo a cuerpo. Se abalanza sobre mi amigo, que apenas puede mantenerse fuera del alcance del pesado bastón que porta el objetivo. Saltan y acometen como en una enfermiza danza, mas los golpes del bastón hacen mella en mi colega y poco a poco cede terreno. Yo espero mi oportunidad, resoplo por los nervios y tan solo deseo poder acudir en su auxilio. Finalmente, cuando el rival esta de espaldas a mí, mi amigo me da la señal de atacarle. Se que no me ha visto, así que aprovecho la sorpresa.
Me lanzo contra él tratando de alcanzar su cuello, pero fallo. El responde queriendo aplastarme la cabeza, y ruedo hacia un lado, eludiendo el golpe. Debo pensar rápido y neutralizarle lo antes posible, o en su defecto entretenerle lo suficiente como para que mi capitán recupere el aliento. Los envites no tienen fin y los esquivo a duras penas. Cuando uno de ellos me da por poco en un costado decido que es el momento de contraatacar. Salto sobre mi enemigo y apreso su brazo, que suelta el bastón acompañado del satisfactorio chasquido de un hueso roto. Derribado, con todo mi peso sobre él, nuestra víctima no puede más que ahogar un alarido mientras hundo mis dientes en su garganta. Su sangre oscurece el pelaje en torno a mi boca y su cuerpo se convulsiona una única vez antes de apagarse por completo. Me giro a mi compañero buscando su aprobacion.
Frost sonrie y mete la mano en el bolsillo. Saca una galletita y me la da para quitarme el mal sabor.
  • La Frase de Hoy: Caesar not supra grammaticos (El Cesar no esta por encima de la gramatica), Immanuel Kant al respecto de Segismundo de Luxemburgo.
  • Para el que no lo Sepa: In itinere es el termino latino que significa "en el camino" que casi exclusivamente se utiliza en derecho apra referirse a los accidentes ocurridos al ir o al volver del trabajo, considerandose accidente laboral. El relato ha sido escrito a vuelapluma en el bus lightyear.

3 comentarios:

Logabe dijo...

En cuanto he empezado a leer he dicho: Frost. Pero luego a llegar lo del superior ("técnicamente es mi superior"), ha sido sí pero no. Luego a llegar a lo del cuello y los dientes ha sido el ¡clinc! Buen giro.

En cuanto a la historia en sí, me gusssta, cómo no. En cuanto a la forma, cambiaría algunos signos de puntuación. ¡Ah! Y ojo con las tildes ;)

Pregunta: "Un silbido quedo me insto a avanzar". ¿Ahí falta algo o sobra? No me suena bien.

Unknown dijo...

Que grande Ventisca ^^. Muy chulo, coincido con Logabe, genial el giro, también pensé en Frost al principio aunque me "mosqueó" lo del compañero que es técnicamente su superior.
Me gusta ;)

Erynus D'Alecto Graeme dijo...

Un sonido "quedo" es un sonido sordo, apenas audible. Falta tilde en instó, debí haberlo cambiado a presente, como el resto. Tendre que editarlo, lo escribí en el el movil y me lo mandé por correo XD.
A ver si consigo convertir el blog en uno de escritura, principalmente. No descarto las entradas divulgativas pero quiero variar.