Cuando todo terminó Carson soltó el hacha ensangrentada y empezó a meter los miembros cercenados en una bolsa. Noto un movimiento a su espalda y al girarse fue recibido por el estruendo de los cristales rotos. Apartó la cara para evitar las esquirlas y cuando volvió a mirar encontró a la muchacha palpandose la cabeza, con cara de susto y sin saber qué hacer.
- Esta visto que lo tuyo es romper botellas.
- No soy yo quien ha lanzado un brazo debajo de la mesa.
- Bueno, da igual. Damelo. ¡Mira como te has puesto! A este paso mas nos valdría comprarte ropa roja, como tu tía.
- No importa, cuando vengo contigo me pongo ropa que no me gusta, que no me sirve o que no quiero volver a usar. Aprendí rápido que cuando hablas de trabajo sucio te refieres a algo sucio de verdad.
Carson lanzó el último trozo en la bolsa de deporte y se la echó al hombro.
- Vamonos, dame la mano.
- No soy una niña, no hace falta que me lleves de la manita.
Ahi estaba, la rebeldia adolescente con la que tendria que lidiar hasta que la edad o las misiones recondujeran esa energia a fines más provechosos. A pesar de todo el tiempo trascurrido, aún sentia ese fuego en su interior y comprendía que era lo que tocaba. Si Chakra habia tomado la decision de ponerlos juntos, sus motivos tendría.
Carson señaló impaciente
- Sangre. Vino. Cristales… No quiero arriesgarme a que te tropieces, te cortes y pilles cualquier mierda. Ni siquiera te has traido los guantes que te compré.
- Es que son duros y no me apaño, cuando los llevo parece que tenga las manos dormidas. Se me caen las cosas… - la joven rezongó cada vez más bajo al agarrar la mano que el hombre le tendía -... Y no quiero que se estropeen.
Una vez en el coche Carson aceleró más de lo normal para perder la vieja casa colonial de vista lo antes posible, antes de que las llamas se vieran desde fuera. Aun recordaba la última vez que vio un incendio por el retrovisor y estaba seguro de que su compañera jamas lo olvidaria.
La vida de ambos seria mucho más facil si olvidaran ciertas cosas. Él tenia literalmente siglos de cosas que olvidar, pero la providencia, el destino o el universo jamas lo permiten; Ella, sin embargo, apenas habia empezado a vivir y desde el momento que le conoció no habian dejado de pasarle cosas malas.
Cosas malas.
Perfectamente podria ser su sobrenombre, ahora se hacia llamar Carson, pero bien podrian llamarle Cosas Malas, pues es a lo que se habia dedicado desde que tuvo uso de razon. Por supuesto, no siempre ni para todo el mundo; podria decirse que su ultima etapa estaba siendo más benigna que los años anteriores, aunque seguia incluyendo disparos, fracturas, desmembramientos, latrocinios, palabras malsonantes y alguna mentira. Por lo menos en esta ocasion, ya estaban muertos cuando empezaba a cortarles.
- ¿Tu cómo empezaste?
La voz de Beatriz le sacó de sus pensamientos. Apenas se habia dado cuenta de lo callada que llevaba los últimos minutos. Ella, que no cerraba la boca ni debajo del agua. Ella, que conociera o no la respuesta correcta siempre se lanzaba a crear una explicación ad hoc a lo que fuera que estaba ocurriendo. Ella, que casi parecia aterrada de dejar que el silencio la envolviera.
- ¿Cómo empecé el que?
- Con esto. ¿Como llegaste a trabajar para Chakra?- Carson abrio la boca pero la chica le interrumpio tajante.- Sí, sí es asunto mío; si es que de verdad somos compañeros. Y sí, sí es interesante o no te lo habria preguntado. Y no, no me creo que sea una larga historia. Chakra dijo que confiaramos el uno en el otro, y si lo dijo, sus motivos tendrá.
Carson boqueó sorprendido de la determinacion de la chica.
- Tenemos que ir a Seul, te lo contaré en el avión. Creeme si te digo que es una historia muy muy larga.
Abandonaron el coche en el lugar convenido, con la bolsa de deporte en el asiento del copiloto y tras compar algo de ropa para la chavala, se cambiaron y fueron a coger el avión.
La tarjeta de su empleador les abrió las puertas de la sala VIP, como siempre habia hecho, y tuvieron un rato para relajarse antes de encerrarse durante doce horas en una lata hermetica viajando a mil kilometros por hora a treinta mil metros de altura.
Carson sabia que nunca se iba a acostumbrar a perder el contacto con el suelo, y aunque con los años habia dejado que la fé se encargara de esas cosas, en algun lugar en la profundidad de su mente podia oir al Lobo Feroz diciendole que podía seguir teniendo suerte y evitando caerse, pero con una vez que no la tuviera seria suficiente.
Nada mas llegar a sus asientos (en primera clase, por supuesto) Carson sacó unos panfletos del Kicking Debut, el MMO de moda, y los dejó bien a la vista.
- Te lo voy a contar, con dos condiciones. Una: te lo contaré en forma de historia. No queremos que nadie nos oiga hablar de cazar monstruos ni de asesinatos multiples y crea que es verdad. - Beatriz asintió. - Y dos: Te lo voy a contar una sola vez, te dejaré hacerme tres preguntas y nunca más volveremos a hablar de ello. ¿Hay trato?
- Trato hecho.- afirmó
Beatriz malconteniendo la emoción, con los ojos enormes y brillantes. Carson se
arrepintió casi al instante, pero un trato era un trato.
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