¡Adelante, adelante nobles ingleses, que tenéis en vuestras venas la sangre de los padres probados en la guerra, de padres que, parecidos a otros tantos Alejandros, combatieron en estas regiones desde la mañana hasta la noche, y no envainaron sus espadas hasta que les faltó tema de lucha! ¡No deshonréis a vuestras madres, atestiguad que los que llamáis padres son los que os han engendrado! ¡Servid hoy de modelos a los hombres de sangre menos noble, y enseñadles cómo hay que batirse! ¡Y vosotros, bravos “yeomen” , cuyos miembros fueron fabricados en Inglaterra, mostradnos aquí el vigor de las comarcas que os crían; forzadnos a jurar que sois dignos de vuestra raza, lo que no dudo, porque no hay uno solo de vosotros, por vil y bajo que sea, cuyos ojos no brillen con una noble llama! Os veo en la actitud de lebreles de traílla, estremecidos de cólera en el instante de ser desatados. ¡Se ha levantado la veda!
Enrique V: acto III, escena I
William Shakespeare
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